sábado, 21 de julio de 2012

Más sobre Lucy

CAMILO JOSÉ CELA CONDE. Existen fósiles dentro del linaje humano que, por diversas razones, han trascendido las barreras de la ciencia para instalarse como iconos de la divulgación del evolucionismo. Así sucedió con Lucy, el esqueleto bastante completo de un ejemplar hembra de cerca de 3 millones de años de Australopithecus afarensis hallado en Hadar (Etiopía) y descrito en Donald Johanson, Tim White e Yves Coppens en 1978.

Lucy, la protagonista de muchos sueños metafóricos acerca del origen de la humanidad pero también ha generado numerosas polémicas acerca de cómo habría sido la "humanidad" de aquellos australopitecos, deducida de la forma de desplazarse que indica la morfología de Lucy. Por desgracia, al esqueleto de esa hembra le faltaban casi por completo los pies pero examinando otros ejemplares de parecida edad de Hadar se daba por supuesto, como hipótesis más plausible, que los homininos de ese periodo africano habrían desarrollado la bipedia fijada por sus ancestros de cerca de seis o siete millones de años —los ardipitecos, también de Etiopía— aunque conservando todavía una capacidad de trepa comparable en cierto modo a la de los chimpancés. No del todo "humana", vamos.

El hallazgo en Hadar de 49 nuevos huesos postcraneales durante las campañas de 1990 a 2007, y su análisis posterior, ha llevado a Carol Ward y colaboradores a sostener recientemente en el Journal of Human Evolution que la forma del tórax de A. afarensis sería más "humana" de lo antes admitido. La presencia dentro de ese material de un cuarto metatarsiano -un elemento del pie inexistente hasta entonces en el conjunto conocido de la especie-, con rasgos en el eje, la base y la cabeza semejantes a los rasgos propios del mismo hueso en los humanos modernos, serían indicios para Ward et al (2012) de un movimiento del talón de los A. afarensis semejante al que tenemos nosotros ahora durante la marcha.

Una marcha más o menos parecida a la humana actual implica que mantiene también un número mayor o menor de diferencias. Dicho de otro modo, que la locomoción de Lucy y sus congéneres no era como la nuestra. De ahí a considerar que se trataba de una bipedia "parcial" o "inferior en grado" va un solo paso (nunca mejor dicho) pero un paso peligroso. Uno de los mayores riesgos de caer en el error del antropomorfismo es considerar nuestra especie como el epítome de la evolución humana, dando por supuesto que nuestros ancestros de hace centenares de miles, o millones de años, eran algo así como una versión poco desarrollada de nosotros mismos. Eso es, en términos evolutivos, un disparate. Cada especie es el resultado final de un cúmulo de sucesos azarosos y presiones adaptativas que no anticipa en modo alguno lo que le pueda suceder a sus sucesores. Lucy tenía una marcha que se parecería mucho o poco a la nuestra pero era su conquista evolutiva particular. diariodemallorca.es

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