Unas semillas de melón halladas en la isla italiana de Cerdeña han demostrado por primera vez que ya en la Edad de Bronce, hace más de 3.000 años, esa fruta era parte de la dieta en el Mediterráneo occidental junto con frutos silvestres, cereales y legumbres.
Un equipo de investigadores
italianos y españoles ha estudiado en los últimos años esos restos y
otros materiales que durante milenios habían estado enterrados en unos
pozos hasta que vieron la luz por unas excavaciones en la zona de Sa Osa
previas a la construcción de una carretera.
El
italiano Diego Sabato, que recientemente identificó las 47 semillas de
melón encontradas, explicó que primero se fijaron en su forma, muy
parecida a la del pepino, y luego se realizaron las pruebas del carbono
14 para conocer su antigüedad.
La
sorpresa llegó cuando vieron que aquellas semillas pertenecían a la Edad
de Bronce, ya que hasta entonces no había evidencias de la existencia
de dicha fruta en esa parte del Mediterráneo y en esa época concreta.
"Se
pensaba que el melón lo habían introducido los romanos y los griegos,
mientras que ya había aparecido antes en pinturas de Tebas, en Egipto",
apuntó Sabato.
El director del Centro
de Conservación de la Biodiversidad de la Universidad de Cagliari
(Cerdeña), Gianluigi Bacchetta, destacó que, además del melón,
procedente de Asia, también se obtuvieron semillas de vides, cuya
capacidad de cultivar se atribuía a los fenicios.
otografía facilitada por Diego Sabato, del Centro de la Conservación de la Biodiversidad de la Universidad de Cagliari, de distintas semillas halladas en la en la isla italiana de Cerdeña. EFE |
"Todo
esto modifica el pensamiento que tenemos de la civilización nurágica",
desarrollada en esa isla, agregó el responsable, que consideró que esos
antiguos pobladores no eran solo unos pastores que usaban herramientas
rudimentarias, sino que "seguramente mantenían mucha relación con otros
pueblos del Mediterráneo".
Otro de los aspectos de ese hallazgo que llamó la atención de los expertos fue la forma en que se conservaron los materiales.
Si
normalmente estos se encuentran quemados, en esta ocasión estaban en
agua, algo bastante excepcional en el mar Mediterráneo y más común en el
norte de Europa.
En esos pozos los
materiales se pudieron conservar "como si fueran frescos" y en ellos se
distinguía incluso el color y la presencia de pelo, haciendo que su
identificación resultara "muy precisa y detallada", sostuvo Leonor Peña,
vicedirectora de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma,
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Esta
conservación intacta en el agua fue posible, según Peña, debido a que
el yacimiento quedó sepultado por lodos en condiciones acuáticas de
humedad y sin oxígeno, donde no hubo "ningún ataque ni de bacterias ni
de microorganismos, puesto que no pueden sobrevivir" en ese ambiente.
Existen
teorías que explican la presencia de estos materiales en los pozos y
que van desde la existencia de letrinas hasta la de una especie de
frigoríficos para conservar los alimentos.
Además
de la citada escuela y del centro de Cagliari, participaron en la
investigación el Grupo de Investigación de Arqueobiología del CSIC de
Madrid, el Instituto para la Valorización de la Madera y de las Especies
Arbóreas de Sesto Fiorentino, las Superintendencias para los Bienes
Arqueológicos de la Toscana y Cerdeña, y centros especializados de la
Universidad romana de La Sapienza y de la Politécnica de Valencia
(España).
Todo un conjunto de
instituciones volcadas en el estudio de los cientos de miles de
semillas, frutos, granos de polen y fragmentos de madera y de carbón que
descansaban en esos sedimentos sardos, sin olvidar los restos que había
de trigo, cebada, zarzamora, uva, mirto, enebro, olivo y, cómo no, del
novedoso melón, entre otros. efe.com
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