Foto: En el centro, ortostatos (losas) de pizarra de uno de los dólmenes de Alconétar. :: LORENZO CORDERO
Las cámaras funerarias tienen entre 4.000 y 5.000 años y están en la vega del río Guadancil, entre la torre de Floripes y el puente romano
El bajo nivel del embalse de Alcántara descubre dos dólmenes del Neolítico
Caminar a tres pasos del agua del segundo embalse más grande de España y el cuarto de Europa mancha de barro los zapatos, pero entretiene. Están los signos que identifican a los suelos habitualmente sumergidos, tan fotogénicos. Y ahora, también alguna sorpresa. Por ejemplo, los dos dólmenes que la sequía ha sacado a la luz.
La sucesión de días sin que caiga del cielo una gota de agua tiene consecuencias negativas de sobra conocidas. Pero también proporciona imágenes si no desconocidas, sí poco habituales. Es el caso de la que se puede ver desde hace unos días al pie del embalse de Alcántara. En concreto, en la vega del río Guadancil, entre la torre de Floripes (la que pueden ver quienes viajan por la carretera N-630 entre Cáceres y Plasencia) y el puente romano que fue trasladado de sitio antes de que el enorme pantano (3.160 hectómetros cúbicos de capacidad) empezara a recibir líquido.
Al bajar hasta la orilla, allí donde suelen ponerse los pescadores (en la orilla más cercana a la carretera), surge del suelo un llamativo conjunto de piedras colocadas en vertical, despuntando del suelo. Es la interpretación que hará cualquiera que no esté especialmente interesado en la geología. A los oídos de un experto les rechinaría catalogar esa formación de esa manera.
Cualquier especialista en la materia verá rápidamente lo que es: un dolmen del neolítico. Y pondrá nombre a esas piedras que sobresalen del suelo blando. Son ortostatos, o losas empleadas para delimitar las cámaras funerarias. Son de pizarra, y en el caso concreto de este dólmen de Alconétar, quienes elaboraron el conjunto las trajeron, probablemente, del cerro Garrote, situado a unos quinientos metros, justo después de cruzar la N-630. En ese cerro hay tres dólmenes y desde esa zona transportaron los hombres de hace entre 4.000 y 5.000 años las enormes losas de pizarra con las que construir los dólmenes que la sequía ha sacado a la luz.
La explicación a por qué esa acumulación de formaciones similares en un mismo área geográfica puede estar en la existencia de un camino prehistórico que atravesaba el cercano puerto de los Castaños (al lado de Cañaveral).
De hecho, en otra etapa de la historia esa zona fue bautizada como Túrmulus, probablemente debido a la acumulación de túmulos (sepulcros levantados de la tierra, según la defnición de la Real Academia). La inclusión de la letra 'r' se puede explicar por las adaptaciones del lenguaje que han ido sucediendo a lo largo de la historia en función de los pueblos que habitaban cada área geográfica.
En el caso de los dólmenes visibles en la vega del río Guadancil, el mejor conservado permite hacerse una idea de cómo eran este tipo de construcciones. En torno a los ortostatos hay una serie de cantos rodados, y en alguna de las piedras se pueden ver incisiones de forma circular, conocidas como cazoletas.
A unos pasos hay otro dolmen, peor conservado, pero que contribuye a hacerse una idea de la actividad humana que hubo en la zona en otras etapas de la historia. Estos días, a la orilla del embalse de Alcántara domina la tranquilidad. Rompen el paisaje uniforme algunos pescadores. Y esas piedras que hace cuatro o cinco mil años, alguien incrustó bajo el suelo que pisamos y que ahora miran al cielo. Quizás están pidiendo que llueva.
domingo, 11 de marzo de 2012
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