martes, 3 de julio de 2012

Unas tumbas sorprendentes del Mesolítico

Los especialistas explican que las tumbas de los hombres de Arintero son inéditas en la ‘cartografía’ de la arqueología de la muerte durante el Mesolítico en la Península.

Destaca Pablo Arias, profesor del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria, que la tumba es algo más que un espacio para disponer de los restos de los difuntos. «Es también uno de los foros donde se negocian los roles sociales de los individuos y de los grupos, un contexto para exhibir la riqueza y el poder», destaca.

En el estudio publicado por la Junta acerca de los hombres de Arintero, Arias precisa que la península Ibérica presenta una de las más elevadas concentraciones de sepulturas mesolíticas de Europa. «Hasta la fecha, se han documentado unos 27 sitios sepulcrales de este período, que han proporcionado unos 430 individuos, lo que supone más del 10% de los sitios funerarios del continente».

La publicación el pasado jueves de los resultados de la investigación del genoma de los dos cazadores descubiertos en el 2006 en una cueva de Arintero y que vivieron en el Mesolítico hace 7.000 años ha devuelto a la actualidad la investigación coordinada por Julio Vidal y Encina Prada en el 2010.

Peculiaridades

En ella, Pablo Arias asegura que la investigación de La Braña-Arintero constituye un documento de gran importancia para conocer el comportamiento funerario de las últimas sociedades de cazadores recolectores de la península Ibérica. Y es que el enterramiento completa, junto con Aizpea y el Cingle del Mas Nou, el «limitado catálogo de contextos funerarios en zonas alejadas de la costa». Para el investigador, los rasgos observados en la cueva pueden catalogarse como característicos del Mesolítico avanzado peninsular.

No obstante, detalla que hay algunas peculiaridades que lo hacen singular, como el tipo de colgantes que acompañaban al individuo 2 y, sobre todo, las características del espacio funerario: cadáveres depositados en el suelo en un espacio hipogeo seleccionado. «Desde otro punto de vista, La Braña-Arintero proporciona otra evidencia del espectacular incremento del número de sepulturas que se produjo en el VI milenio a.C., y que, tal vez refleje una intensificación de la territorialidad en estas sociedades», explica.

Pablo Arias precisa que la característica más llamativa del contexto funerario de La Braña-Arintero reside en el propio espacio sepulcral, y detalla que se trata de un sitio exclusivamente funerario, sin ninguna vinculación a asentamientos de esta época. «Nos encontramos con que se ha seleccionado una cavidad remota, aparentemente no habitable, y se han colocado los cadáveres en espacios peculiares, bien delimitados por accidentes naturales, a manera de nichos», argumenta.

Y es que, según defiende en el artículo, se trata de un tipo de comportamiento funerario del que no se tienen indicios claros en otros contextos peninsulares, y que recuerda en mayor medida fenómenos más frecuentes en épocas más tardías.

Por último, Arias se muestra sorprendido ante el hecho de que el espacio funerario no es una inhumación sino un depósito de los cuerpos directamente sobre el suelo, y explica que esta es una circunstancia atípica, puesto que lo habitual en el Mesolítico de la península Ibérica es el entierro de los cadáveres en el fondo de fosas u hoyos. cristina fanjul / diariodeleon.es

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